Isabel Urueña es una poeta singular y, por tanto, extraordinaria. Cuando su esfuerzo creativo abandona la dirección de orquestas, la composición y los trabajos pedagógicos universitarios, Isabel, se abandona a los huracanes poéticos.
“Como la música, la lírica de Apócrifas codicias también responde a leyes matemáticas, difusas y complejas, formuladas en el acto cómplice de la lectura. Una de esas leyes es, sin duda, la utilización de una mínima anécdota, de un pronombres o de un instante como desencadenante de un discurso verbal que hace equilibrios entre la condensación expresiva y el derroche, gozoso o doloroso, del torrente hipnótico de las palabras. Otra ley, por ejemplo, remite al ritmo de las repeticiones y las sutiles variantes, de forma que los estados anímicos (dos o tres, acaso sólo uno) se condensan en su persistencia.”
Ana Palomo