El olmo enterrado es, antes de otras de sus muchas virtudes, una desgarrada historia de amor entre el narrador y la ciudad que le vio nacer, crecer, emigrar y retornar. Esta es la historia de una ciudad en la que convivieron los más altos sueños, los más bajos vicios y los más crueles de los instintos
El olmo enterrado es, antes de otras de sus muchas virtudes, una desgarrada historia de amor entre el narrador y la ciudad que le vio nacer, crecer, emigrar y retornar.
Esta ciudad, después de siglos dormitando a la melancólica sombra de su pasado como sede de Reino e Imperio fundacional de España, despierta en el primer tercio del siglo XX a la modernidad y a las convulsiones propias del parto que inauguró una nueva era.
Con la intensidad y el hálito de los grandes narradores rusos o franceses, el autor nos lleva de su mano por un prodigioso retablo de rincones, personajes y situaciones que en realidad fueron, y cuando no lo fueron, ahora, con su extraordinario don para el realismo, ya lo son.
Antes que la Historia o cualquier otra ciencia, tenemos esta deslumbrante novela para disfrutar de las costumbres, la psicología, las aventuras y las ideas de unas generaciones que soñaron, gozaron y combatieron a favor o en contra de la más alta utopía de la fraternidad; utopía que se hizo añicos al precipitarse por el abominable barranco de la Guerra Civil.