Fértil, plagada de historia y encrucijada de caminos milenarios. La comarca del Órbigo no existiría sin el río que la vertebra y que desde la Prehistoria ha permitido la vida en sus riberas: el Órbigo o, como lo llamaron los prerromanos, ‘Urbicus’, que significa ‘unión de dos aguas’. Esto es así porque su caudal no brota de fuente alguna sino que surge del matrimonio de otros dos ríos, el Omaña y el Luna, en lo que se ha denominado el Álto Órbigo. Un despliege fotográfico sin par que resalta las muchas riquezas que crecen en La Ribera: Sus gentes, sus fiestas, su historia, sus cultivos, sus costumbres, su paisaje... Un libro para disfrutar muy, muy lentamente de esta comarca que une la provincia leonesa y la zamorana.
Fértil, plagada de historia y encrucijada de caminos milenarios. La comarca del Órbigo no existiría sin el río que la vertebra y que desde la Prehistoria ha permitido la vida en sus riberas: el Órbigo o, como lo llamaron los prerromanos, ‘Urbicus’, que significa ‘unión de dos aguas’. Esto es así porque su caudal no brota de fuente alguna sino que surge del matrimonio de otros dos ríos, el Omaña y el Luna, en lo que se ha denominado el Álto Órbigo. Su curioso nacimiento se origina entre los términos de Secarejo, Villarroquel y Santiago del Molinillo.
Desde aquí y hasta su desembocadura en el río Esla, ya en la provincia de Zamora, el Órbigo recorre 108 kilómetros, de los que alrededor de 80 transcurren por León y 28 por Zamora, alimentando una fecunda ribera en la que se asienta una amplia diversidad de especies vegetales y animales, así como un hábitat humano muy homogéneo desde el nacimiento a la desembocadura.
Hasta el inicio del río se puede llegar atravesando el puente colgante que se encuentra junto a Santiago del Molinillo. En el momento del maridaje, ambos ríos, el Omaña y el Luna, han navegado ya un buen tramo por la provincia. El primero baja desde Murias de Paredes. El segundo corre impulsado por los montes babianos y regulado por el embalse de Barrios de Luna, que irriga, tanto en el Órbigo, en el Tuerto y en el Páramo, más de 50.000 hectáreas, propiciando así una de las mayores manchas verdes del mapa peninsular. Conducir el agua hasta las superficies cultivadas ha sido desde siempre el reto de los pobladores de estas tierras, que a lo largo de los años han ido salpicando el paisaje de presas, puertos, caños, huergas, canales, molderas y regueros para desviar parte del caudal a los aledaños del curso en busca de su propia supervivencia. La más famosa es la presa Cerrajera, una impresionante obra realizada en la Edad Media que discurre a lo largo de 40 kilómetros desde Villanueva de Carrizo hasta más allá de Azares, donde vuelve a verter sus aguas al Órbigo.