Para entender el mundo hay que pasear por París sin intentar comprender porqués ni atisbar razonamientos, porque París es un teatro del subconsciente decorado con la esencia de la vida, del arte y del amor.
Fue a París a entrevistarse con las musas,
a buscar viejas respuestas moldeadas en ciudad.
Fue a París para olvidar el horizonte,
para llevar sus deseos una noche al Pont des Arts,
para sugerirle al río que llevase sus sombras al mar.
París es un infierno codiciado por demonios desde tiempos inmemoriales, y si el Sena no es rojo es gracias a las lágrimas de quienes siguen vivos llorando por la sangre de quienes cayeron en sus calles.
No hay valor sin la distancia, no hay héroe sin ilusión,
no hay palabra sin el viento, ni viento sin definición.
No hay sonrisa sin mirada, no hay mirada de pasión
si no pintamos colores en los muros de hormigón.